Que
nadie me tome por hipócrita (para hipócrita, esta señora): yo estoy en USA porque quiero, porque en su
momento se me planteó la oportunidad y pensé que era buena opción. A la larga,
se convirtió en mi salvación, porque sinceramente no sé lo que estaría haciendo
por España ahora mismo si no hubiera decidido cruzar el charco. Pero una cosa
es ésa, y otra muy diferente saber que, si mañana me quiero volver, sería un suicidio
laboral y económico. Así que no, Doña Marina; definitivamente no. La gente no
se va por espíritu aventurero. Por espíritu aventurero se pega uno un viaje a
la Conchinchina, o se alista en una expedición con Miguel de la Quadra Salcedo,
pero no se va del país sin saber cuándo volverá o si llegará a hacerlo.
Estar
lejos de la tierra de uno, duele. Estar lejos de la familia, duele. Escuchar
las noticias que llegan de España, duele. Ver la imagen que damos y la opinión
que despertamos en el extranjero, duele. Nadie busca ese dolor por aventura.
Nadie busca ese dolor y punto. Al que le toca sufrirlo, le toca por motivos muy
distintos. Y digo estas palabras sintiéndome un tanto hipócrita: yo tengo aquí
también una familia, he encontrado aquí a la persona con la voy a pasar el
resto de mi vida, veo a mi familia en España tan a menudo como me lo permiten
mi calendario y mi cuenta bancaria… Soy una afortunada. No he tenido que echar
raíces en otro lugar; sencillamente mis raíces se han extendido a mucha distancia.
Pero muchos no tienen esa suerte. Muchos se van sin saber cuándo verán a su
familia de nuevo, no logran adaptarse al cambio, no encuentran las
oportunidades que esperaban… Se van porque no hay otra. ¿Espíritu de aventura?
No, señora: espíritu de supervivencia.
No soy
yo partidaria de revoluciones ni medidas drásticas, pero realmente escuchar
declaraciones como ésta ofenden y le hacen a una que le hierva la sangre y se
le revuelvan las entrañas. No sé si es miedo a repetir tragedias pasadas, pero
no entiendo cómo España no es ahora mismo una batalla campal. No sé cómo los
políticos tienen cara suficiente para salir a la calle, cómo nos pueden pedir
que nos sigamos apretando el cinturón desde sus asientos de primera clase. Poca
vergüenza no, ninguna. “Arrieritos somos, y en el camino nos encontraremos” que
dice el refrán. No sé yo si esta gente alguna vez van a tener que pagar por
todas estas barbaridades que están haciendo y todas las desgracias que están
causando, pero si hay justicia, lo harán. Justicia divina o humana, alguna
deberá cogerles.
En
conclusión, Sra. del Corral, sentada aquí en el aeropuerto de Philadelphia
esperando mi vuelo para volver a España para las fiestas, le aseguro que no es
la aventura la que aquí me trajo. El que quiera aventura, que se quede en
España. Eso sí que requiere valor…
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"Hypocrisy is the acme of all evil"
A couple of weeks ago, Mrs. Marina del Corral –the Spanish Secretary of
Immigration and Emigration– said that young Spaniards are leaving the country
because of their “adventurous spirit” and not because of the crisis. For
obvious reasons, I’ve been wanting to dedicate my next blog entry to this lady.
Such an honor for her.
Don’t think I’m a hypocrite (we already have enough hypocrisy with Mrs. del Corral): I’m in the US because I want
to, because I had the opportunity and I thought it was a good option to choose.
In the long run, it turned out to be my salvation, because I really don’t know what
I would be doing in Spain had I not decided to cross the pond. That’s one
thing, but it’s a very different one to know that if I decided to go back
tomorrow, it would be a suicide in terms of work and money. So no, Ms. Marina; definitely
no. People are not leaving because of their sense of adventure. Because of
their sense of adventure, they would go on a trip to some remote place or join
an expedition in the Amazon, but they would not leave the country without
knowing when they will be back, or if the will at all.
Being far from one’s country, hurts. Being far from one’s
family, hurts. Listening to the news that come from Spain, hurts. Seeing the
image we show to the rest of the world and the opinion they have of us, hurts. Nobody
looks for that pain because of their “sense of adventure.” Nobody looks for
that pain, period. Those who suffer through it do it for very different
reasons. And I say these words feeling a bit hypocritical: I also have a family
here, I have found here the person with whom I’m going to spend the rest of my
life, I see my family in Spain as often as my schedule and my bank account
allow me to… I’m very lucky. I didn’t have to find new roots in a different
place. My roots simply grew a lot and very far. But many people are not that
lucky. Many leave without knowing when they’ll be back to see their families
again, they find it hard to adapt to a new place, they don’t find the
opportunities they were hoping for… They leave because it’s their only option. Spirit
of adventure? No, ma’am: spirit of survival.
Not that I’m in favor of revolutions or drastic
measures, but listening to this kind of thing is offensive, insulting, and it
makes one want to rebel. I don’t know if it’s because of a fear to repeat
past tragedies, but I don’t understand how Spain is not a battlefield right now. I
don’t know how politicians dare going out, how they can keep asking people for
sacrifices from their first-class seats. They have no shame whatsoever. “What
goes around, comes around,” as the saying goes. I’m not sure if these people
will ever pay for all the things they are doing and all the calamities they are
causing, but if there is any justice, they will. Either divine or human justice,
but one of them will get to them.
In conclusion, Mrs. del Corral, sitting here at the airport in Philadephia, waiting for my flight to go back home for the holidays, I
can assure you that thirst of adventure is not what brought me here. Whoever is
looking for adventure should actually stay in Spain. That takes courage, indeed…